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domingo, julio 20, 2014

Sombras del Paraíso - Arturo Neimanis - Capítulo XXVI: Señora Carmen


Sombras del Paraíso
Arturo Neimanis 
CAPITULO XXVI: Señora Carmen
Julio 20, 2014



CAPITULO XXVI
Señora Carmen


Mientras estuve vivo...

Tan sólo he amado a una mujer, una gran mujer. Quiso el destino mantenerme alejado de ella, al inicio de mi vida y en buena parte de su final. El poco tiempo, que he podido disfrutar de su presencia, son ahora los momentos que más atesoro en esta mi atiborrada memoria. Desde el Alba hasta el Poniente, del Oriente al Levante, debajo del brillo de cada estrella, arriba del suspiro de cada cosa bella, en el nido del halcón y en la vida de la golondrina, al pie del balcón de cada escena de amor, en cada nube de tormenta. No importa donde busquen, no encontrarán, por más que se afanen, mujer que llene mi vida, como aquella a la que amé y aún hoy sigo amando. Ella alargó mi vida hasta el confín del Universo y junto con ella se llevó un buen pedazo de mí y de mis sueños. Sin ella estoy incompleto y siento que lo sigo estando porque en su ausencia estoy muerto. Si al final de mi camino, me es dado pedir alguna recompensa, un minuto a su lado seria buen pago para esta historia que hoy les cuento. Si existe un premio para la labor de una vida, tan solo pediría, un gesto de su rostro que me diga, que ella también me quería, como yo aún la sigo queriendo, aun hoy, aun después de muerto. Llevo tu corazón conmigo, nunca estoy sin él, a cualquier lugar que voy, él va conmigo, lo que haga por mí mismo lo haces tú, mi amor.  No necesito un destino pues tú eres mi destino, ningún mundo me hace falta pues tú eres mi mundo, mi verdad y es que es todo lo que la luna siempre ha sido y lo que un sol cantará, siempre serás tú, ese es mi más profundo secreto que todo el mundo conoce, es la raíz de la raíz, brote del brote y el cielo del cielo de un árbol llamado vida; que crece más alto que el alma y esa es la maravilla que mantiene a las estrellas apartadas. Llevo tu corazón conmigo, vivo y aun después de muerto, lo llevo en mi corazón.

Hambre, dijo un poeta, es la cosa más importante que conocemos. La primera lección que aprendemos. Pero el hambre puede ser fácilmente calmada y fácilmente saciada. Hay otra fuerza, completamente diferente, otro tipo de hambre, una sed insaciable que no se puede extinguir. Es la existencia, lo que nos define, lo que nos hace ser humanos. Esa fuerza es el amor.

Una vez alguien me comento acerca de la vida diciéndome que creíamos tenerla y sin embargo esta se nos va yendo como los ríos a la mar. Como siempre he sido ganado a mi vena poética, sus palabras quedaron grabadas en mi memoria y hoy, recordando a la mujer que marcó mi vida, esas palabras brotaron con espontaneidad fluyendo de mis manos hasta el papel al que se las estoy confiando.

Sin embargo, pese a todo mi romanticismo, el amor no deja de ser una construcción cultural y cada período histórico ha desarrollado una concepción diferente del amor y de los vínculos que deben existir o no entre el matrimonio, el amor y el sexo. Mi búsqueda del pecado original dio comienzo, por supuesto, por allí, por el amor, no era una simple cuestión de comenzar descartando a Adán y Eva solo porque si, la sola genética se encarga de ello. No importa como podamos imaginarnos que eran, dos blancos caucásicos, dos hindúes, asiáticos, negros, pieles rojas, esquimales, cualquier combinación que se nos pueda ocurrir, eran sólo dos personas. Por más que nos esforcemos, no hay manera de explicar la diversidad étnica del mundo partiendo apenas de una pareja de seres para engendrarlos.

Ciertamente que los biólogos han comprobado, creo si mal no recuerdo que a finales de los años 80 del siglo XX, que la vida humana se originó en África pero aún no han logrado ponerse de acuerdo ya que los que se han dedicado a estudiar el ADN mitocondrial (es decir la herencia genética que solo se trasmite de mujer a mujer) difieren de los que han hecho lo mismo con la transmisión genética del ADN del cromosoma Y, exclusiva de hombre a hombre, en el primer caso ubican a la primera mujer en África hace alrededor de ciento cincuenta mil años mientras que al primer hombre, también lo ubican en el continente africano pero solo desde hace noventa mil años. Seria cosa de chiste pero según esto Adán y Eva no llegaron a conocerse.

Mi conclusión es que la existencia y la creación divinas son compatibles con la evolución y otros procesos naturales. La solución reside en aceptar la idea de que dios (y ya sabemos a quién me refiero en realidad) operó a través de causas intermedias. Un proceso natural a través del cual trajo las especies vivientes a la existencia de acuerdo con su plan. Sin embargo, nada de esto me dio claridad con respecto al verdadero misterio a resolver, ¿Por qué fuimos exiliados del Paraíso?

De algo estoy seguro, el amor no es el culpable, aunque en su nombre más de uno haya sido expulsado de su propio paraíso. Así que desde ya descartemos la manzana y todas sus variantes. Esos son simples inventos humanos para explicar algo ya largamente olvidado en el tiempo.

La versión generalizada en el mundo cristiano muestra la conciencia de la desnudez como evidencia de la comisión del pecado original, sostienen que el pecado de Adán y Eva es una alegoría del acto sexual. No obstante, existen detalles que aparentemente contradicen esta interpretación: Cuando dios decretó la prohibición  Adán estaba solo y continuó así por algún tiempo. Después, dios autorizó a la pareja a que tuvieran prole, adicionalmente Eva comió primero del fruto y después se lo dio a Adán (seria masturbación entonces). En el judaísmo bíblico el sexo no era un tabú y las relaciones sexuales entre conyugues no eran pecado ni signo de falta de santidad. Deduzco solamente que dios había dado un mandato al cual el hombre desobedeció. La duda persiste entonces, ¿Cuál era ese mandato?

Diversas culturas por todo el mundo, manejaron el concepto de paraíso. En Mesoamérica, para los nahuatl, existía un lugar, el "Tlalocan". Este paraíso estaba situado en la región oriental del universo y es descrito como un sitio muy fértil y muy placentero para vivir. En el Antiguo Egipto, hablaban de un lugar llamado Aaru, la campiña donde moraba Osiris y otros dioses importantes. Este lugar paradisíaco es descrito como un campo eternamente fértil rodeado de juncos. Para los griegos, dentro del Hades existía una región especial a la que llamaron Campos Elíseos. Este era un lugar sagrado donde las almas de los hombres virtuosos y de los guerreros heroicos llevaban una existencia dichosa y feliz. En la mitología nórdica, Walhalla era un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de Asgard. Aquí acudían los guerreros caídos en combate, guiados por las Valquirias. Los sumerios consideraban que el lugar donde moraba la diosa Ninsikil era el paraíso. Este lugar llamado Dilmun es descrito como un lugar fértil y armonioso, donde los animales salvajes son mansos y todo está a disposición del hombre. Para los chinos, el monte Penglai es el hogar de los ocho inmortales. En este lugar no existe dolor, además el arroz y el vino nunca se agotan. También existe una fruta mágica que puede curar enfermedades, dar la juventud eterna, incluso resucitar a los muertos. El primer emperador de la China unificada, Qin Shin Huang, en su búsqueda de un elixir de la vida, intentó encontrar este lugar, sin tener éxito alguno.

Y así podría pasarme horas enumerando todas las versiones existentes del paraíso del que fuimos expulsados. Esto no hace más que corroborarme que en efecto, de algún lado nos echaron, y al parecer era un muy buen lugar. No es posible que semejante concepto este universalmente arraigado en la mente del hombre si no tiene un punto real de partida. Sigue la misma duda, ¿Por qué nos echaron?

Encontré una pista en verdad importante en la mitología Maya, cuentan que los dioses Tepeu y Gucumatz (el Quetzalcóatl de los aztecas), referidos como los creadores o los fabricantes, se imaginaban las cosas y estas aparecían. Se imaginaban montañas, la tierra, los océanos, el cielo y los animales y una vez que los imaginaban, estos aparecían. En sus relatos, los dioses dividieron el cielo de la tierra, y decidieron crear a los humanos para que les sirvieran.

Ese destino intrínseco para la raza humana, servir a los dioses, más parece venir de las sombras que de la creación original. ¿Y si todos los mitos y leyendas proviniesen de los Demonios? ¿Será que su campaña mediática dio comienzo muchísimo antes de lo que yo pensaba? Cuánta falta me hace usted señora Carmen, cuanta falta me hace tener con quien discutir estas ideas, aun después de muerto.
Continuará...

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