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miércoles, febrero 11, 2015

No pasa nada, pasa de todo - Nitu Pérez Osuna

De todo. No hemos salido aún de la impresión de ser un Narco-Estado, cuando resulta que Venezuela es el tercer país “en volumen de dinero oculto en Suiza“, con la bicoca de 14 mil 800 millones de dólares, un poco mas de la mitad de las reservas internacionales del país.


Si en el primer señalamiento aparece involucrado el presidente de la AN y varios altos oficiales de la Fuerza Armada Bolivariana, en el segundo aparecen como responsables de las cuentas “ocultas” del Banco del Tesoro, Rodolfo Marco Torres, actual ministro para las Finanzas y Vicepresidente del Consejo de Ministros para Planificación y Conocimiento y, Alejandro Andrade, como abogado de la cuenta de la Oficina Nacional del Tesoro venezolano. Pero nadie habla de esto, de la inmensa “presunción” de corrupción en la administración revolucionaria nadie da explicaciones, como tampoco se nos ha dado respuesta de los -al menos- 20 mil millones de dólares de CADIVI otorgados a empresas de maletín.

Mientras, en lo que va del 2015, mas de 20 detenciones arbitrarias a comerciantes y empresarios se han ejecutado acusados de “boicot y desestabilización de la economía” cuando todos sabemos que es la revolución la causante de la escasez, el desabastecimiento, la inflación y la ruina de los venezolanos.

Por si todo esto fuera poco, ahora tenemos certezas de la “historia negra” parte II (tomo prestado el título de una obra del editor José Agustín Catalá, al referirse a la dictadura perejimenista) que se desarrolla en los sótanos del SEBIN llamados “la tumba” por los propios carceleros.

Allí, la tortura es el sistema como lo narrara Leonardo Padrón el pasado domingo en El Nacional: 

La tortura blanca es impoluta. No deja huellas. No hay batazos en el hígado. Todo ocurre con la asepsia de los cirujanos. Todo pasa adentro, en los sótanos del cuerpo y de la mente. 

En los calabozos de La Tumba no descansa el frío. El aire acondicionado les escupe su respiración de hielo a toda hora. Es como una nevera eterna. Blanca, glacial, callada. 

La cama es de cemento. Tan tosca como dura. 

El padre de Gerardo me cuenta que su hijo come en el suelo, y es como pensar en un perro. Sus esfínteres dependen de un timbre. Debe pulsarlo y esperar que alguien lo conduzca al baño. 

Los estudiantes presos no se ven. Se gritan para saberse del otro lado. Las celdas tienen cámaras y micrófonos ocultos que registran lo que hacen, cómo se mueven, lo que piensan en voz alta. Su salud se ha llenado de diarreas, fiebres y vómitos. Les asusta lo que comen. Les prohíben la visita de sus abogados y médicos. No tienen teléfonos. No ven noticias. Tienen meses sin oír una canción. 

El silencio es su techo, su pared, su piso. No hay espejos. No saben ya cómo son. No tienen colores que ver, porque allí el mundo es blanco y kaki, como el uniforme que visten. La vida mide apenas 3×2 metros cuadrados. 

La sensación es de estar enterrados vivos”.

La historia vuelve a repetirse otra vez en esta Venezuela desmemoriada. Ya José Agustín Catalá nos la había contado en el año 52 en plena dictadura “la tortura es una muerte lenta que no termina nunca en las huellas que deja en el torturado”.

Entre los que todavía podemos sentir el sol, amanecer en nuestras casas y salir a las colas a ver que encontramos siempre afloran las mismas interrogantes: 

¿Cuando vamos a salir de esto? 

¿Hasta cuándo se puede soportar esto?

Las respuestas están en nosotros mismos, estudiantes y trabajadores, desempleados y buhoneros, amas de casa y artistas, deportistas, civiles y militares, creyentes y ateos. 

Solo tenemos que ponernos de acuerdo. 

Y Ojalá esta “historia negra” la recordemos por siempre…

para no permitir que se repita nunca más.

@NituPerez

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