Sombras del Paraíso
por: Arturo Neimanis
CAPITULO XXIII
Un fantasma aun recorre el Mundo
Ya el Guardián me había comentado el extraño caso de Adolfo Hitler y de cómo este terminó apareciendo en la historia de la Humanidad, sin embargo, ahora que dispongo de tantos elementos a considerar puedo y debo ver su figura desde una nueva perspectiva. Para algunos, uno de los mayores enigmas del siglo XX es cómo justificar que ese hombrecillo histriónico haya sido capaz de seducir al pueblo alemán encaminándolo al precipicio histórico por el que les hizo arrojarse, incluso hay quienes sostienen que la clave del misterio reside en que fue capaz de canalizar fuerzas tan obscuras como poderosas, que algunos identifican con entidades diabólicas y otros con arquetipos propios del inconsciente colectivo germánico.
Si alguna persona de aquellas con las que he podido interactuar en mi peregrinaje ha estado verdaderamente rodeada de sombras, es sin duda alguna Hitler. Por solo mencionar algunos que acuden a mi memoria, Himmler, Hess, Goebbels, Goering, Von Ribbentrop, Streicher, Rosemberg, Kerrl y muchísimos otros. Una lista verdaderamente larga. Solamente en el pueblo azteca observe una mayor presencia de sombras pero aquello era algo completamente diferente. La Alemania Nazi sin duda estaba signada por ellas. Una simple acotación, tengo claro por completo que Hitler no era descendiente de Judíos pero el mismo estaba absolutamente convencido que sí lo era.
Marte, dios de la guerra, se había apoderado de Europa ya desde la gran guerra del 14, la segunda guerra mundial no fue sino un corolario de esta y una vez finalizada, la escalada de pequeños conflictos, digamos que micro guerras, ha ido en aumento. La frecuencia con la que se están produciendo los conflictos bélicos en mediana escala ha ido incrementándose progresivamente desde entonces. Con la derrota de Hitler y de sus fuerzas aliadas las sombras vieron detenido momentáneamente su plan maestro de destrucción de la humanidad pero, con la instauración del comunismo en buena parte de Europa y Asia, puede decirse que se dieron por bien servidos, podríamos decir que hasta allí todo quedaba en tablas.
Si nos detenemos en cualquier parte durante los primeros veinte años del siglo XXI, con absoluta certeza nos encontraremos cerca de algún conflicto. Fuertes protestas en Libia, Yemen y Siria en lo que han dado en llamar la primavera árabe, guerra civil en Sudán que ha obligado a casi doscientas mil personas a huir debido a la violencia de los conflictos entre fuerzas gubernamentales y varios grupos rebeldes. Irak reporta el deceso de más de cuatro mil personas por ataques paramilitares Sunnís, a la par que en Somalia ya son más de trescientos mil los desplazados bien por las hambrunas, bien por los combates. En Turquía el ejército ha emprendido una escalada ofensiva contra grupos guerrilleros y en Pakistán las disputas entre grupos étnicos durante el 2011 dejaron un saldo de mil cuatrocientos muertos. Para la misma fecha en Afganistán, las ofensivas contra rebeldes talibanes terminaron con la vida de cuatro mil doscientos seres. Más del noventa por ciento de las zonas en conflicto se encuentran geográficamente repartidas entre África y Asia. Pese a eso, este continente pareciera ajeno a todo y sin embargo, se está produciendo otro tipo de guerra por parte de las sombras, una más sigilosa pero igual de letal: La batalla ideológica, la batalla política, encarnada por el renacer del comunismo, disfrazado en todas sus variantes, a lo largo y ancho del territorio latinoamericano y por el otro, la batalla religiosa, la manipulación del instinto humano en la búsqueda del creador para en nombre de esa búsqueda sumir a la humanidad en las tinieblas.
El gran triunfo de las sombras al finalizar la segunda guerra mundial fue el haber logrado fortalecer esta forma de gobierno que tan sólo busca, en nombre de un ideal superior como lo es el bienestar colectivo, la suprema miseria del ser humano. El ideal de dominación de las sombras. Por el otro, el avivamiento de los conflictos religiosos, con enfrentamientos cada vez más violentos y lamentables en cuanto al saldo de vidas inocentes sacrificadas en aras de la espiritualidad.
La implantación del comunismo utópico, la comunidad de bienes entre los hombres, es una de las más viejas ideologías de la humanidad, ya la defendía Platón en su obra La República. Las primitivas comunidades cristianas llevaron a la práctica la comunidad de bienes y, durante el Renacimiento, Tomás Moro formuló esta vieja aspiración de la humanidad. Entre los antiguos germanos, los incas, incluso los aztecas y otras civilizaciones primitivas practicaron la posesión colectiva de ciertos bienes. Las sombras han sabido bien como canalizar estas aspiraciones, para encauzar a los hombres en dirección a su destrucción como raza.
Las ideas de Marx y Engels dieron al comunismo el nombre de socialismo científico en oposición al utópico de sus predecesores. Esta nueva doctrina (marxismo) se basó en una interpretación materialista de la historia. Convencido Marx, quien no era una sombra pero estaba completamente dominado por ellas como en el caso de Mussolini, de las profundas contradicciones inherentes al sistema capitalista, creía en la desaparición de esta sociedad y su sustitución por otra en la que los medios de producción serían posesión de la colectividad. Rusia fue el primer país que conoció las consecuencias de las ideas de Marx: en octubre de 1917, el partido bolchevique, conducido por Lenin, conquistó el poder e implantó la dictadura del proletariado, paso previo al futuro advenimiento de una sociedad socialista. El período estalinista (1924-53) marcó profundamente la revolución del comunismo soviético y señaló una etapa de absolutismo, represión, centralismo económico y apoyo firme a los restantes partidos comunistas del mundo, hasta el punto que el comunismo llegó a confundirse con la política de la U.R.S.S. No sin antes dejar sembrados millones de cadáveres de aquellos que no estaban de acuerdo con tan malévola dominación.
Como consecuencia de la derrota del fascismo y del nazismo, ambos impulsados también por las sombras, durante la Segunda Guerra Mundial, el comunismo se extendió a la R. D. Alemana, Rumania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Albania y Yugoslavia. En 1949 los comunistas chinos, dirigidos por Mao Zedong, ocuparon el poder en China. Sucesivamente los comunistas consiguieron la creación de la R. D. Popular de Corea del Norte y la R. D. de Vietnam. La presencia de Fidel Castro en Cuba significó la progresiva implantación del comunismo en la isla al igual que su no menos destructivo discípulo, Hugo Chávez en Venezuela. La ideología comunista ejerció una notable influencia negativa en los estándares de vida de todos aquellos lugares en los que se trató y se sigue tratando de implantar. Otra característica de los lugares en los que las sombras se han hecho fuertes a lo largo de la historia.
Ensimismado como me encontraba en estas reflexiones, paulatinamente llego a mí el entendimiento del verdadero plan de las sombras, todo lo que yo veía, comunismo, guerras religiosas, conflictos generalizados, estados de tensión acumulada a punto de explotar a todo lo ancho y largo del mundo, todo eso era parte de un esquema aun mayor y había logrado desentrañarlo. Después de todo si hay esperanzas, ¡existe una forma de combatir a las sombras!, ¡El Guardián lo sabía!, por eso me ha hecho hacer este peregrinar, yo soy el arma que va a utilizar en esta desigual batalla.
Continuará...
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