Aquella mañana era el día
por tanto tiempo esperado, aunque hacia un poco de frio y amenazaba con llover,
nada de eso le pareció molesto. Hoy, después de una larga espera, habría de
iniciar el viaje que después de casi cinco años le permitiría reencontrarse con
su familia.
Muchas cosas habían cambiado
en la patria que le vio nacer. De ser un país pujante, lleno de esperanzas, se habían
convertido en una nación de parásitos, solo expectantes a las sobras que
cayeran de los rebosantes platos de la clase dirigente.
Un proceso que ya llevaba
cerca de veinte años había transformado al otrora país de los sueños hechos
realidad, ejemplo para todo el continente, en hogar de millones de
desarrapados, autómatas carentes de mente, tan sólo fieles al pensamiento único
inculcado por la propaganda del gobierno, incapaces ya de saberse borregos al
carecer de una conciencia que así se los indicase.
Todos los que podrían haber
marcado la diferencia ya se habían marchado, o como en su caso, estaban a punto
de hacerlo, reconociendo su derrota y optando por el exilio voluntario hacia un
futuro que, aunque incierto, al menos le
ofrecía la esperanza de una vida mejor.
¿Cómo se llegó a semejante
situación?, ¿Quién sabe?, tal vez en un momento del futuro, algún estudioso de
la historia logrará explicarlo, yo, al menos, confieso que no lo sé, pasó,
simplemente sucedió, ¿Qué más puedo decir de ello?.
La historia tiene la terca
costumbre de repetirse continuamente, otros pueblos han vivido situaciones
similares, tal vez no tan singulares como esta. Hay que acotar que la
prosperidad de una sociedad no se debe a la totalidad de sus integrantes, casi
siempre, un reducido grupo de personas se encarga de generar la bonanza y mal
que bien, todos terminan beneficiándose de ella.
Ningún modelo social es superior
a otro, ni tan bueno o tan malo en sí mismo como a veces nos los muestran. No
es cuestión de capitalismo, ni de socialismo, mucho menos comunismo, ni de ningún
otro “ismo” que se desee imaginar, todo en realidad se reduce a las personas, a
individuos, un pequeño sector de cualquier comunidad, normalmente cerca de un
diez por ciento de sus integrantes que, con su forma de enfrentar el día a día
de la vida, terminan encausando el rumbo de su entorno hacia un camino de
prosperidad general.
¿Qué pasa con una sociedad
en la que por cualquier causa, esa masa importante de sus habitantes,
simplemente se van?; así paso en Cuba en la década de los sesenta y de los
setenta, la favorecida fue Florida que al recibir esa inmigración “Premium” habría
de convertirse en un estado prospero mientras que la isla se hundía en la
miseria producto de la mediocridad de los que quedaron. Así le está ocurriendo
a Venezuela, hundida en el abismo del abandono al permitir el éxodo de lo más
selecto de su población.
¿Quiénes están quedando en
Venezuela?, parásitos que se niegan a reconocer su triste situación. Un inmenso
rebaños de seres acéfalos conformes a la espera de una limosna de vida antes
que buscar labrarse un porvenir fruto de su esfuerzo. Zombis sin cerebro que
aun sabiendo que todo está mal, nada hacen por remediarlo, tan solo, algunos,
rogar al cielo que otro venga y solucione los problemas que ellos mismos deberían
estar resolviendo.
La mala noticia es que
nadie vendrá a hacerlo, aquellos que podían, en su mayoría, se han marchado. Y
los que faltan, hoy están partiendo.
Esperemos que el último en
salir, no se olvide de apagar la luz.
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