Nací en 1959 así que, a la
presente fecha, ya he cumplido cincuenta y cinco años, todos ellos, salvo
esporádicas salidas del país, vividos en mi suelo patrio, Venezuela.
Desde niño crecí oyendo
los consejos de Arturo Uslar Pietri indicándonos que debíamos sembrar el petróleo.
En Bachillerato, dedicaron
muchas horas de clases a hacerme comprender lo nefasto que había sido el
caudillismo a lo largo de nuestra historia y como la nacionalización del hierro
y del petróleo marcaron un hito importante en nuestro avance hacia el
desarrollo como nación del primer mundo.
En la década de los
ochenta estudié ingeniería química con la ilusión de incorporarme a ese
impresionante conglomerado de empresas que con el tiempo engendrarían a Petróleos
de Venezuela. Una carrera prometedora en aquella época, en la que habían en
marcha ingentes esfuerzos por llevarnos en forma adelantada al siglo XXI, en
pleno siglo XX.
En una ocasión leí en
alguna parte un silogismo en el que se definía a un político como a aquella
persona que existía para resolver los problemas que no existirían de no haber políticos.
Cuando lo leí por primera vez me hizo reír, con el tiempo me apesadumbré ante
tanta sabiduría y hoy creo que me dan ganas incluso de llorar al pensar en
ello.
Gracias a esos políticos nuestro
camino fue truncado de mala manera, primero vino el viernes negro, tan
injustamente asociado a Luis Herrera Campins, después, también de la mano de
esos mismos políticos, la espiral de corrupción que habría de llevarnos para
finales de los años noventa, conducidos por la traidora ambición presidencial
de Rafael Caldera, al estercolero chavista que aún hoy sigue socavando ese,
otrora prometedor, futuro.
De estos diez y seis años
y de sus desaciertos mucho se ha hablado, poco se ha hecho realmente para
combatirlos, muchos políticos opositores, los mismos de siempre, ante las cámaras
de televisión y en los medios impresos, han despotricado de sus hermanos
gemelos en las filas del gobierno, aunque todos sabemos que bailan al compás de
la misma música cuando están a puertas cerradas.
Pese a eso, no he podido
dejar de asombrarme cuando he leído recientemente que por primera vez en la
historia, estamos importando petróleo. Ya no es un rumor, es un hecho ya
concretado y el primer envío ya viene en camino.
No me pregunten cómo, simplemente
lo hicieron, mataron a la gallina de los huevos de oro. Se siente como si fuera
más bien un mal chiste, algo así como que están importando arena para el
desierto del Sahara. Pero es en serio. Es la verdad a la cual nos enfrentamos
hoy.
No soy experto en economía,
tampoco soy experto petrolero y mucho menos me considero politólogo.
Simplemente soy un venezolano más, como cualquier otro de mi edad, que nació en
un país en el que había futuro, que soñó con alcanzar sus metas y ceder el paso
a sus hijos para que continuaran la labor. Hoy, no soy más que un abuelo con
nietos que ya no hablan español, para los que su patria es un país anglosajón.
Me imagino que de estar en
su mano, estos políticos ya habrían secado el mar o derretido los polos, por
ahora, ya destruyeron este país.
Arturo Neimanis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios, buenos o malos, siempre serán bien recibidos, mientras sean bien intencionados. Me reservo el derecho de suprimirlos cuando así lo crea necesario, bien sea por cuestiones legales, porque ofendan nuestro lenguaje o por simple sentido común.