El maltrato de los presos políticos, la persecución de ciudadanos venezolanos opositores acusándolos de intentos de magnicidio, la avalancha de decretos ilegales y mal escritos, la destrucción del IVIC, la desvergonzada maniobra para dejar el CNE en manos de gente indigna y deshonesta, la ruina financiera que lleva a pedir prestado dinero a China para engrosar nuestras reservas internacionales, las patrañas de Maduro relacionadas con la lucha contra la corrupción, los epítetos de asesinos en contra de López y Capriles por parte de Cabello y Maduro, los desmanes de Elías Jaua, la pretendida venta/liquidación de CITGO, la mortandad en las cárceles, la desesperante escasez de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios públicos, todas estas y otras manifestaciones de desintegración nacional carecen de respuesta oportuna y adecuada por parte de una oposición aletargada, pasiva y hasta cómplice por omisión del proceso de destrucción nacional.
En aras de la Unidad uno se inhibe, en lo posible, de la protesta o la crítica en contra de este silencio insoportable de la oposición, pero ya no es posible continuar en resignado silencio o, a lo sumo, dando débiles señales de “preocupación”.
Venezuela debería estar masivamente en la calle, dispuesta a no dejar ni un día más en el poder a la pandilla que ha cometido los crímenes arriba enumerados. Los ciudadanos venezolanos deberían estar preparados para una huelga general que desconozca este régimen de una vez para siempre, una huelga ciudadana que lleve al país a enfrentarse decisivamente al régimen abusador, inepto y corrupto.
No puede pretender la oposición dialogar con esta pandilla que se ha adueñado del país, una pandilla que aprovecha la debilidad y mansedumbre de venezolanos angustiados e indefensos para avanzar en el proceso de desintegración política, económica y social instalado en Venezuela.
Pero esta protesta necesaria no puede darse de manera espontánea, no puede ser generada por un venezolano opegando gritos en la Plaza Bolívar.
Debe ser liderada por quienes tienen la representatividad requerida para hacerlo. Me refiero a la MUD, a las sociedades profesionales, a Fedecámaras, a los sindicatos, a los estudiantes y maestros, a la sociedad civil en su conjunto. No puedo comprender como cada uno de los sectores que integran la sociedad civil permanecen como espectadores pasivos del desastre que los afecta, cada quien en su compartimiento estanco, sin tratar de formar un gran Frente Nacional por la Democracia que nos conduzca a la acción liberadora.
Los comunicados vuelan, cada uno firmado por un pequeño grupo, todos muy buenos, expresando “preocupación” por esto o por aquello, sin comprender que nos están matando a pellizcos. Nadie toma la iniciativa de convocar ese gran frente. Lo más parecido ha sido el Congreso de Ciudadanos, loable en su intención pero diluido en su impacto por los mecanismos escogidos.
Al esperar que este régimen se desplome, que haga implosión, una espera que se alarga cada día debido a la inmensa inercia que caracteriza a los estados paquidérmicos, los venezolanos no se dan cuenta que, de seguir así, no habrá país que rescatar.
Ya lo que existe es un país profundamente degradado, con grandes masas que dependen en silencio de la limosna gubernamental. Ya pudiera ser demasiado tarde para rescatar espiritualmente a un país que se ha acostumbrado a ser humillado por una pandilla de ignorantes codiciosos, apoyada por narco- militares.
Es imposible no darse cuenta de la extrema gravedad de la situación nacional. Nunca ha tenido la causa de la democracia en Venezuela tanta simpatía en el exterior pero ello contrasta con la lasitud interna. Se sigue considerando deseable ponerse en manos de organizaciones parásitas como UNASUR y de su Secretario General, el desprestigiado Ernesto Samper, para “dialogar”, antes que pararse con dignidad frente al abuso de poder y decir “basta”.
Ayer leí en “Runrunes” la triste historia del nuevo CEN. Parece que vamos a tener otro Consejo Nacional Electoral dominado por el régimen, más de lo mismo.
Entre los candidatos para ocupar el solitario puesto de la oposición estaría la esposa de un miembro destacado de la MUD, Edgar Zambrano, quien ya le ha pedido 60 ‘audiencias” a Maduro para dialogar con él. Ir a integrar un CNE así estructurado sería, en mi criterio, una entrega de principios inaceptable.
Este es apenas un ejemplo de la manera como la oposición organizada se está pareciendo al régimen.
Otro ejemplo es la declaración de ayer de la Alcaldesa de Maracaibo, Evelyn de Rosales, quien dice, al abogar por el regreso de su esposo al país: “Manuel es un hombre que puede ser un buen aliado de este gobierno. Muy bueno porque además de estratega es un hombre que conoce lo que es el dolor y la necesidad…Nosotros lo que necesitamos es unirnos y sentarnos y poner las diferencias a un lado; discutir con respeto y tolerancia”.
Así hablaba Neville Chamberlain al mencionar, reunido con Hitler, la necesidad de “paz a cualquier precio”.
No se trata de invadir a Venezuela por La Vela de Coro o de inmolarnos como bonzos frente a Miraflores. Se trata de irse a la calle, de desconocer de una vez por todas a la pandilla usurpadora. Se trata de ejercer plenamente nuestra condición ciudadana, en inminente riesgo de perderse.
Esta decisión es arriesgada pero no es peor que lo que nos está ocurriendo. La acción, hacer que explote la crisis, abrir el tumor purulento, es una vía menos traumática que la lenta agonía a la cual los venezolanos han sido sometidos por 16 largos y terribles años.
Por lo menos sería la vía que nos preservaría la dignidad como pueblo.
Y el respeto del mundo, hoy perdido.
Fuente: Las Armas de Coronel
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