“Qué
triste, se oye la lluvia en los techos de cartón, qué triste vive mi gente en
las casas de cartón. Viene bajando el obrero, casi arrastrando los pasos por el
peso del sufrir. ¡Mira que es mucho el sufrir!, ¡mira que pesa el sufrir!” (Alí Primera)
Desde el mismo momento en
que el Supremo (destructor) se encumbró en la cima del poder, se apoderó como
suya de toda la discografía de Alí Primera, no hubo acto público que no
estuviera matizado con los compases de alguna de sus melodías.
Jugaron con las pasiones, sueños
e ideales de muchos prometiendo imposibles, se aprovecharon de su miseria, omitiendo
toda razón o lógica en la toma de decisiones… Jugaron con la necesidad de un
país para imponer su dictadura. Todo ello, simplemente, condujo a este
desastre.
“Arriba, deja la mujer preñada. Abajo está la ciudad y
se pierde en su maraña. Hoy es lo mismo que ayer, es su vida sin mañana. Ahí cae la lluvia, viene, viene el sufrimiento, pero si
la lluvia pasa, ¿cuándo pasa el sufrimiento? ¿Cuándo viene la esperanza? ”
Los techos, más de quince
años más tarde, siguen siendo de cartón, sus habitantes siguen viviendo vidas
sin mañana. Sólo promesas vacías, palabras al viento, han quedado para el
recuerdo. Ya ni siquiera queda el consuelo de la esperanza. Pero ellos, siguen
prometiendo lo que algún día van a hacer, como si acabaran de llegar al poder.
Apoyados en la miseria de
nuestra patria, ellos visten bien, comen aún mejor, viajan en primera clase
para ir a cenar en Nueva York, propina incluida. Se codean con los artistas, los
ricos y famosos, todo con dinero que no les pertenece. No hacen colas para
obtener un pasaporte o comprar un desodorante, un litro de leche o un frasco de
aceite, todo ello gracias a que Chávez llegó al poder. Su verdadero amor es la
multiplicación de la pobreza, haciendo que la propagación de la miseria les
permita, seguir recibiendo un voto a cambio del diario sustento. CADIVI no se
hizo para ellos, no señor, eso es para los techos de cartón.
“Niños color de mi tierra con sus mismas cicatrices, millonarios
de lombrices. Y, por eso: qué tristes viven los niños en las casas de cartón, qué
alegres viven los perros casa del explotador. Usted no lo va a creer, pero hay
escuelas de perros, y les dan educación pa' que no muerdan los diarios, pero el
patrón, hace años, muchos años, que está mordiendo al obrero.”
¿Cómo olvidar los selfies
de la reina del arroz, princesa heredera del ungido del diablo, con sus
adorables perritos? ¿Cómo ignorar la sacrificada vida de la niñera en París,
Bariloche o Sao Paulo? Fotografiándose con los famosos, volando en avión privado y degustando
suculencias para el paladar. Las penurias del racionamiento no se hicieron para
ellos, no señor, eso queda para los techos de cartón.
Estoy seguro que Alí Primera
debe estar revolcándose en su tumba con el uso que han dado a su música, de
estar vivo, seguiría entonando su canción “Qué
triste se oye la lluvia en las casas de cartón, qué lejos pasa la esperanza en
los techos de cartón”.
Arturo Neimanis
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