Misión
Rancho
Por:
Arturo Neimanis
En Venezuela, un rancho es
una edificación improvisada, generalmente mal construida o que no cumple con estándares
básicos de habitabilidad y arquitectura de viviendas. Generalmente elaborada
con materiales de ínfima calidad como zinc o cartón-piedra. Con el devenir del
tiempo se ha acuñado la frase “con el rancho en la cabeza” para designar a
aquellas personas que con su comportamiento o por su conformismo ante los
problemas que le rodean, contribuyen a que nuestra sociedad no salga del
estancamiento en el cual se encuentra.
Hace más tiempo del que
quiero acordarme leí una novela de la trilogía de la Fundación de Isaac Asimov,
escritor ruso nacionalizado Estadounidense, en la que había un personaje, “El
Mulo”, que gracias a sus poderes mentales lograba conquistar el imperio galáctico
casi que sin luchar. He llegado a creer que el mulo que nos tocó en mala hora que
nos arreara, durante más de quince nefastos años, bien podría haber tenido
semejantes poderes. No me cabe más explicación para la forma en que, como
borregos, nos trajo a este matadero sin que ofreciéramos la mínima resistencia.
El rancho en la cabeza dirán algunos.
¿Favorece esta condición
mental a alguien en particular?, ¡Por supuesto que sí!, a esos, precisamente a
esos en los que está pensando amigo lector, les favorece ampliamente que cada día
haya más venezolanos así. Tanto, que he llegado a pensar que, aunque no haya
sido anunciada oficialmente, debe existir una Misión Rancho. Su principal
objetivo: cambiar cuanta cabeza pensante encuentre en el territorio nacional
por un flamante rancho bolivariano.
Sólo así es posible
concebir que en medio de la debacle que nos está tocando vivir en esta, la
otrora Patria de Bolívar, porque ahora es de los chinos, aun sean tan numerosos
los seguidores de tan infame desgobierno que, sin estar recibiendo ninguna
compensación a cambio (léase puesto ministerial con viáticos incluidos, acceso
a algún puesto directivo en alguno de los numerosos carteles creados para su
usufructo, una embajadita o por lo menos un consulado, pero que no sea en
Aruba, etc.) continúan alabando las bondades del rimbombante socialismo del
siglo XXI.
No hay otra explicación
plausible para justificar que este pueblo aguerrido, al que no le tembló el
pulso para impedir los primeros intentos de colonización del sátrapa cubano por
allá por los años sesenta, ahora se encuentre sumisamente subyugado por él. Y
sin disparar ni un solo tiro.
Cuando vemos esas largas
colas de personas esperando por la limosna gubernamental que les permita por un día
más no morir de hambre, con los brazos marcados como el ganado que han llegado
a ser, cuando un poco más allá se repite la escena para comprar la bombona de
gas para cocinar la dádiva del día (en un país petrolero, escasez de gas, fin
de mundo como diría la abuela), entre una y otra cola un grupo de malvivientes
esperando para quitarles lo poco que puedan tener. Cuando vemos todo esto, en
realidad estamos contemplando la exitosa gestión de la Misión Ranchificadora
emprendida por el gobierno nacional.
¡Patria, Socialismo y
Rancho!, de rodillas te queremos.
Adelante, ¡hasta la derrota siempre!
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