Sombras del Paraíso
Arturo Neimanis
CAPITULO XXVII: El Opio del Pueblo
Julio 22, 2014
CAPITULO
XXVII
El
Opio del Pueblo
“En
el cielo de Indra hay una red de perlas de tal forma ordenadas que si miras a
una, ves a todas las demás reflejadas en ella. Del mismo modo, cada objeto del
mundo no es sólo él mismo, sino que incluye a todos los demás objetos y es, de
hecho, todos los demás [...Y dentro de la Torre de Indra...] hay también
cientos de miles de torres [o Universos], cada una de las cuales está tan
exquisitamente adornada como la Torre principal misma y tan espaciosa como el
cielo. Y todas estas torres, más allá de lo que en número podría calcularse, no
se molestan en absoluto unas a otras; cada una preserva su existencia
individual en perfecta armonía con todo el resto; no hay aquí nada que impida a
una torre estar fusionada con todas las demás individual y colectivamente; hay
un estado de perfecta entremezcla y, sin embargo, de perfecta ordenación.
Sudhana, el joven peregrino, se ve él mismo en todas las torres y en cada una
de ellas, donde el todo está contenido en cada una y cada una está contenida en
el todo.”
(Sutra
Avatamsaka, Siglo V AC)
Marx se refería a la
religión como “el opio del pueblo”. Una estrategia típica de las sombras, se
atacan a sí mismas para confundir, así, si no te convences de las bondades del
comunismo, caes en las garras del fanatismo religioso. No les importa cómo te
controlen, lo que les interesa es hacerlo. Sin embargo, no es sólo a la
religión a lo que quiero referirme. Hay otros tipos de drogas que quiero añadir.
Las grandes drogas del mundo del entretenimiento, el deporte y la política.
Un aspecto de la subyugación
de la cultura humana se oculta bajo la identidad de eventos masivos de
distracción. Cumplen la función de mantener a las masas en un estupor similar
al producido por el opio, un estado de indolencia y sustracción del presente, una
bizarra comunión con modernos dioses que hacen que las personas se identifiquen
con equipos como si fueran Iglesias y otorguen su poder personal a estas
entidades (¿son las estrellas deportivas nuestros nuevos chamanes?). Es decir,
muchos de estos deportes hacen que alguien juegue por nosotros, que alguien más
se enfrente al misterio del juego cósmico, mientras nosotros lo alimentamos
soñando con estar ahí en su lugar, substituidos por un simulacro. No te percatas
que vives virtualmente fuera de la realidad.
La política, de forma
similar, también polariza a la sociedad en falsas discusiones. ¿te decides por
este o por aquel? Cuando en realidad, los supuestamente rivales, no modifican
la estructura fundamental de la sociedad,
tan sólo crean la ilusión de estarla modificando y que los hombres somos los
que lo hacemos. De nuevo esto es un
simulacro. Celine, con pasión, lo dijo claramente: “¡Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos
tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el
supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el
currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar “señor” al esclavo, ni hacerle
votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la
guerra para liberarlo de sus pasiones.”
La religión
históricamente se usó para controlar la mente de las personas, hasta el punto que sus fantasmas se volvieran reales y
persiguieran a las personas en un infierno psíquico. Actualmente estamos viendo
el nacimiento de nuevas religiones, como la cienciología, donde los creyentes
entregan su vida, y todo su dinero, a
una institución creada por un escritor de ciencia ficción que diseñó una religión
basada en un dios extraterrestre que solo entrega su sabiduría a los que han
podido pagar los altos costos financieros de escalar la pirámide (y que usa a
las marionetas sagradas de Hollywood para promover su mensaje galáctico).
También, la gran cantidad de sectas cristianas que se propagan por
Latinoamérica, muchas de las cuales utilizan la televisión como su templo.
Más allá de que esto
sea cierto o no, o que realmente existan iniciados que conozcan la realidad, o
no, de nuestro origen estelar, lo innegable es que es uno de los terrenos más
fértiles en la historia para hacer negocio con la religión. Cualquiera puede
decir que canaliza a una entidad de Ofiuco o del sistema estelar de las
Pléyades; en una época donde la información se ha exponenciado, cualquiera
puede escribir un libro en la voz de un maestro ascendido de Orión o de
Shambhala: la información está ahí, los textos sagrados y herméticos están al
alcance del vulgo y pueden ser maquillados, en realidad lo han sido. La
confusión es sumamente fácil. La humanidad es una especie de biocomputadora que
reproduce los programas que se le insertan. Seguramente en este momento estás
creyendo que esto que lees aquí es la verdad.
Una de las formas en
las que se ejerce el control mental de la religión es otorgando el poder
personal, el destino individual, la voluntad, la capacidad de decidir, a otra
persona o entidad, que de esta forma se convierte en un controlador. En este
sentido el sistema operativo de la religión es insuperable como mecanismo de
control mental efectivo. En el fondo lo que entregamos es nuestra capacidad de
crear la realidad por nosotros. Tal vez esto se resuma en la frase del
ocultista Aleister Crowley: “¿Si supieras que eres dios y que todos los demás
son igual que tú, les dirías?”. Tal vez ese sea el secreto al cual se aferra la
religión.
Todo esto tal vez
parezca simplista pero, llegar a obtener este conocimiento casi me costó la
vida. Ya sé que estoy muerto, me refiero a la verdadera vida, la vida después que
he muerto. En lo que fue apenas mi segundo contacto directo con una sombra
mayor, estuve muy cercano de ser eliminado del entretejido de la creación.
La
flama de mi esencia vital, según descubrí de muy mala manera, ¡puede ser
apagada!, ¡No soy inmortal!
Continuará...
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