“Mi
único amor siempre ha sido el de mi patria, mi única ambición su Libertad. Los
que me atribuyen otra cosa, no me han conocido nunca”… “Yo valdría algo si me
hubiesen alabado menos”.
Simón
Bolívar
Una persona muy allegada a
mi falleció a principios de semana, muerte natural, cosa por demás extraña como
causa de muerte en nuestro país. Quizá, esa circunstancia me ha hecho ser un
poco más reflexivo con respecto a la que debería ser nuestra mayor gloria,
nuestro máximo festejo en materia de fechas patrias. El natalicio de nuestro
Libertador, Simón Bolívar.
El personaje histórico que
más profundamente está arraigado en el corazón de nosotros los venezolanos,
algo absolutamente lógico ya que su obra no tiene parangón entre los que se han
dedicado a la política nacional, antes y después de su existencia. Es, además,
el hombre de Estado de mayor trascendencia del país y así se le ha reconocido
universalmente.
La forma en la cual
manifestamos, como pueblo, a través de nuestros gobernantes, el merecido
agradecimiento a quien engrandeciera nuestros horizontes ha variado
considerablemente con el paso del tiempo.
El 14 de octubre de 1813 en la
iglesia San Francisco de la ciudad capital, el gobernador político de Caracas,
Cristóbal Mendoza, reunido en el ayuntamiento y con las demás corporaciones
civiles, militares y eclesiásticas, proclamó a Simón Bolívar «Capitán General de los Ejércitos de
Venezuela, vivo y efectivo, y con el sobrenombre de Libertador».
Bolívar al
recibir tan importante condecoración exclamó: «Me aclaman capitán de los ejércitos y libertador de Venezuela; título
más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios de la
tierra».
Antonio Guzmán Blanco, motivado
por su deseo de posicionamiento en la historia y por el parentesco que tenía
con Bolívar, adelantó una intensa actividad destinada a enaltecer la figura del
héroe, más allá de la realidad humana, en lo que dio en llamar "las glorias de Bolívar". Los homenajes
comenzaron durante el centenario de su natalicio, circunstancia que fue
aprovechada con gran habilidad por el Ilustre Americano, como le gustaba
hacerse llamar.
La conmemoración, si bien
ampliamente merecida por el padre de la patria, fue llevada a extremos tales
como el de crear una medalla con la efigie de Bolívar y Guzmán, con el claro
propósito de magnificar la figura del jefe del Quinquenio, como fue denominado
este segundo período del autócrata civilizador.
La suerte vino en su ayuda y el
escritor Eduardo Blanco contribuyó a la efemérides con la publicación de un
libro titulado Venezuela heroica (1881), en cuyas páginas se observa gran
influencia del estilo épico que usa Homero, desplegando en su obra una
literatura plena de exagerado fervor, similar al de la Ilíada, en las que
convierte en titanes a los generales de la Independencia y a Bolívar en el
mismísimo Zeus.
Guzmán Blanco fue sólo el
comienzo, la génesis de la mitificación. Esta indeseable tradición ha
convertido a Bolívar en un fantasma viviente que no es más que una caricatura
de lo que él realmente fue, lo que ha generado líderes que se sienten elegidos
por la providencia para abrogarse inmerecidamente el puesto de sucesores.
Esta
actitud se ha repetido en varias oportunidades. Castro utilizó la figura e
ideas de Bolívar para matizar sus discursos en las numerosísimas intervenciones
públicas en las que intervino durante su mandato de nueve años, en tanto que el
poco elocuente Gómez limitó su bolivarianismo a la construcción o refacción de
obras públicas. Aunque, en 1930, canceló la deuda externa del país, como
homenaje a su memoria en el primer centenario de su muerte.
López Contreras y Hugo Chávez
crearon partidos políticos bolivarianos, olvidando incluso lo referido por el
propio Bolívar en la Proclama que dictó el 9 de diciembre de 1830, cuando se
sintió morir, para despedirse de sus compatriotas: "Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la
unión".
Esta situación de
adoración perpetua se ha convertido en un problema en nuestro país,
contraviniendo lo establecido en la Ley sobre el Uso del Nombre, la Efigie y
los Títulos de Simón Bolívar (1968) e incentivando la utilización de la figura
del Libertador con propósitos políticos.
La antítesis de los
homenajes al libertador, en su natalicio, la hemos vivido esta semana cuando, en uno de
los más arteros actos de traición a la patria jamás vistos en el mundo entero,
el que se dice ser presidente de nosotros los venezolanos, termino de enterrar
lo poco que quedaba de nuestra independencia cuando al postrarse de hinojos
ante la cabeza visible del nuevo Imperio mundial, hipotecó el futuro de nosotros,
el de nuestros hijos y el de nuestros nietos.
Lamentablemente, hemos
asistido en esta lúgubre etapa de nuestra historia republicana al último
natalicio de nuestro Libertador, de acá en adelante, solo resta conmemorar sus
funerales, la obra de su vida se ha perdido.
Bolívar debería estar
presente en el gobernante que maneja con pulcritud los dineros públicos y en
el ciudadano que se apega a la ley, responsable y trabajador, crítico y
optimista.
Es nuestro pasado, nuestro presente, nuestro futuro, nuestro ejemplo
y nuestros desafíos como pueblo. Bolívar es cada venezolano que en su esfuerzo
diario lucha por una sociedad más justa, una vida más digna en la cual seamos
verdaderamente libres.
Arturo
Neimanis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios, buenos o malos, siempre serán bien recibidos, mientras sean bien intencionados. Me reservo el derecho de suprimirlos cuando así lo crea necesario, bien sea por cuestiones legales, porque ofendan nuestro lenguaje o por simple sentido común.