Venezuela, a principios de los años 70, se podía comparar con un potente cohete surcando los cielos con destino a la estratosfera, cuarenta años y 7 plagas egipcias más tarde (CAP1, Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi, CAP2, Caldera2, Chavez y Maduro), la comparación habría que hacerla con un submarino desbocado en dirección a las profundidades del mar.
Al igual que el submarino averiado, para dejar de hundirse, suelta todo el lastre que le sea posible, nuestro país, como primera medida de urgencia, debe deslastrarse de la dirigencia política que nos ha traído hasta esta situación. Sólo así podremos dar los primeros pasos que nos permitan recibir una bocanada de aire fresco que nos permita sobrevivir como nación.
El cambio es urgente, pero no se dará por sí solo. Hay que forzarlo. Para ello, hay que poner a buen resguardo (tras las rejas de una incómoda prisión) alrededor de diez mil rufianes responsables directos de este desbarajuste, comenzando por casi todos los integrantes del poder judicial, todo el poder ejecutivo, el poder legislativo en pleno (gobierno y oposición, corresponsables por acción y por omisión) y sin ninguna duda los restantes poderes moral y electoral. A ello hay que añadir una lista larga, muy larga, de cómplices en todos los estratos del quehacer nacional, sobre todo en el estamento militar.
Se debe proceder a la expulsión inmediata del país de todo el contingente de invasores que moran en nuestra tierra: cubanos, guerrilleros colombianos, extremistas árabes, terroristas españoles y un largo etcétera por todos conocido.
Una vez despejados estos obstáculos del camino para la recuperación de la patria, el siguiente paso será, sin duda, deshacer el entuerto de leyes que han creado para el sostenimiento de su régimen, prestando especial atención a la economía y la educación. Desmontar el control de cambio, fomentar el retorno de capitales y devolver a los inversionistas uno de sus bienes más preciados, la seguridad jurídica. Suspensión inmediata del petróleo regalado para la compra de conciencias, si en verdad lo necesitan, que lo paguen, de contado y a precio de mercado. Devolver la autonomía al banco central y restablecer los controles previstos en la Carta Magna. Tenemos que sanear nuestras finanzas, pagar lo que debemos y cobrar lo que nos adeudan.
Se deben iniciar las gestiones para repatriar todo el dinero robado por la camarilla en el poder, y no esta demás el decirlo, unos cuantos opositores que también han metido mano en el pastel. Aprovechando también para revisar minuciosamente los innumerables acuerdos, desfavorables para el país, efectuados por estos mentecatos. Buena parte de nuestra deuda externa está en manos de los mismos ladrones que la generaron.
Mientras todo esto está en curso, no podemos olvidarnos del hampa, se debe aplicar mano dura contra la delincuencia común, acabar de una buena vez con la impunidad y si se ponen muy apestosos, ya que para ellos nuestras vidas no valen nada, pues devolvámosles su misma medicina, ley de fuga con todos ellos. Lo mismo aplica a todos aquellos, que amparados en el manto de la revolución, han hecho de nuestro país un paraíso psicotrópico.
Todo esto será posible si partimos con buen pie, buscando a los mejores en cada área, sin importar ideologías, para “gerenciar” al país y no para declarar pistoladas. Y ya que estaríamos en eso, aunque sé que tal vez sea pedir demasiado, deberíamos incluir que se aplique la pena máxima posible para las figuras públicas que se les compruebe una mentira.
No va a ser un proceso rápido, al igual que cualquier ser vivo, el tejido enfermo de nuestra sociedad requerirá de un largo tiempo para restañar sus heridas. Por cada año que el resto del mundo avanzó, nosotros, los pasados y lastimosamente perdidos quince años, retrocedimos a paso de vencedores, por lo que hoy, vemos a nuestros vecinos a treinta años luz de nosotros. Podemos recuperarnos, y de hecho lo haremos, pero toca que apurar el paso, si es que queremos alcanzarlos.
Nos queda un camino arduo por recorrer, habrá que recomponer la psique de nuestro pueblo para que de una vez comprendamos que el único modo de repartir riquezas es produciéndolas y que estas no lloverán como maná del cielo. Debemos aprender de una vez y para siempre que si no trabajamos no merecemos tener nada, que no debemos esperar regalos sino recompensas justas acordes con nuestro esfuerzo. Eso sólo lo lograremos poniendo muy en alto nuestras metas educativas. Hay que des-ideologizar la educación para llegar a ser mejores personas. Allí tenemos el ejemplo de Finlandia, un buen modelo a seguir.
Al final del camino nos quedara la enseñanza, al menos eso espero, que no debemos creer en ningún Mesías milagroso y que nadie es más peligroso que aquel que te ofrece todo a cambio de nada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios, buenos o malos, siempre serán bien recibidos, mientras sean bien intencionados. Me reservo el derecho de suprimirlos cuando así lo crea necesario, bien sea por cuestiones legales, porque ofendan nuestro lenguaje o por simple sentido común.