Arturo Neimanis
Junio 24, 2014
Cuarenta y tres años han transcurrido desde que me correspondió el honor de cursar sexto grado el mismo año que se conmemoraba el aniversario 150 de la Batalla de Carabobo, fue esa si mal no recuerdo, la primera palabra difícil que se grabó en mi vocabulario: Sesquicentenario.
Corría el año de 1971 y recuerdo con absoluta claridad (la educación entonces era diferente, realmente te enseñaban aquellas abnegadas maestras, para todas ellas mi gratitud eterna), desde que se inició el año escolar en septiembre del 70 comenzaron a bombardearnos con una sobredosis de historia patria. Todos los próceres, los detalles, la estrategia de la batalla, las fechas, los nombres. Nada escapaba del ámbito del conocimiento.
En visitas guiadas a varias casas celebres de la Ciudad (La Casa de Páez, la de los Celis, etc.) nos enfrentaban en batallas de conocimiento con los alumnos de otras escuelas que también transitaban el mismo paseo cultural. Nunca olvidare a la maestra Carmen, mi orgullosa mentora del sexto grado cuando le comentaba a sus colegas de otros grados como habíamos “destrozado” a los alumnos de otra institución con nuestras armas del intelecto en formación.
Jamás nos inculcaron que Páez fuera malo, o que se discriminara al negro Camejo, el famoso negro primero, ni mucho menos se dijo que Bolívar fuese adeco o copeyano o marxista. No señor, todos eran arropados bajo el mismo manto, el de Próceres de la Independencia. A los efectos, Superhéroes delante de nuestros infantiles ojos.
Nos toco presentar hasta una obra de teatro para el 19 de Abril como preparación a la máxima fecha de junio 24, durante la cual, Madariaga seguía siendo Madariaga, Emparan claramente era el Villano y todo se llamaba por el justo nombre con el que debía llamarse. Recuerdo que fue la primera vez que vestí de etiqueta, yo era el que narraba en Off las vicisitudes de lo que ocurría sobre el escenario, no porque leyera mejor sino porque fue el único traje del vestuario de utilería que nos prestaron para la obra que me servía. La mía era una escuela pública y no atosigaban a mi familia con gastos superfluos, de por si sabían que carecíamos de bienes de fortuna.
Ya para la fecha magna, el premio mayor, aquellos entre nosotros que más nos habíamos distinguido en demostraciones del conocimiento adquirido, se nos permitió asistir al escenario de la batalla, en representación de nuestra escuela. Era todo un Honor, así, con H mayúscula, motivo de orgullo para nuestras familias y garante de un trato privilegiado en el entorno familiar, al menos durante toda esa semana.
Hoy que se celebran los 193 años de la batalla de Carabobo (la escribo así, en minúsculas ex profeso) He sentido vergüenza ajena al conversar con jóvenes estudiantes de quinto año de bachillerato, he comprobado que ignoran casi todo lo relevante alrededor de este hecho y que el bagaje de sus conocimientos con respecto a la fecha es más un compendio de huecas consignas políticas a favor del proceso político que conocimientos de facto.
Si, cuarenta y tres años han transcurrido desde aquel sesquicentenario y yo me pregunto, ¿Cuántos más deberán transcurrir antes que nos decidamos a dar la cara y volver a liberar a nuestra patria?, ¿Qué esperamos para repetir la gesta heroica de sellar la Independencia de nuestra Nación?
Arturo Neimanis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Tus comentarios, buenos o malos, siempre serán bien recibidos, mientras sean bien intencionados. Me reservo el derecho de suprimirlos cuando así lo crea necesario, bien sea por cuestiones legales, porque ofendan nuestro lenguaje o por simple sentido común.