Junio 21, 2014
SOMBRAS DEL PARAÍSO
Capítulo II
La Diáspora
Nada es como antes, demasiadas cosas han cambiado en el país en los últimos años, incluso hay momentos en que no reconozco siquiera lo que otrora me fuera tan familiar. La situación política extremadamente tensa, los años de la locura, los de la transición, tal vez más locos inclusive, la guerra civil, el embargo económico, la reconstrucción y ahora, después de casi cincuenta años, hemos logrado llegar a donde todo comenzó. El mundo entero nos lleva una ventaja considerable, muchas cosas que para ellos hoy son habituales, aun constituyen maravillas para nuestros primitivos estándares. Triste herencia del innombrable, aquel encantador de serpientes que nos hizo retroceder en el tiempo mientras el resto del mundo levantaba raudo el vuelo en las alas del progreso.
Hoy es mi cumpleaños, ¡caramba, cuantos recuerdos tristes de un pasado alegre!, como ha pasado el tiempo, ya son noventa los momentos que debo cargar a cuestas y hoy, hoy promete ser el mejor de todos, aunque por supuesto, a mi edad cada uno de ellos es el mejor de todos porque cualquiera podría ser el último. Hace un par de meses exactamente que el gobierno de transición (tres décadas para pasar de una orilla a la otra no deberían llamarse transición, yo diría más bien una larga peregrinación con una minoría de aciertos flotando en un mar de equivocaciones), anunció que se eliminaba la última traba, a partir de esta semana, todos los que no aprovechamos para salir del país con la diáspora de los primeros años de este siglo XXI ahora podemos hacerlo libremente, sin temor a represalias. No encuentro palabras para describir mis sentimientos, Samuel, Amaia, mis queridos nietos, mis hijas, mi esposa, tantos años esperando para volver a verlos, hoy sabré si podré hacerlo.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes. Con la muerte del gran embaucador pensábamos que dábamos por terminado aquel ciclo de locura en el que permitimos que nos hundieran, pero el tiempo demostró que estábamos equivocados, los casi dos años del sucesor, la cruenta guerra civil hacia la transición, tres años de inútil derramamiento de sangre, la separación de los estados occidentales para fundar su propia nación: La República Independiente de la Nueva Granada, y finalmente, cuando todos los líderes de ese suicidio colectivo ya habían desaparecido de la escena, el embargo económico de todos aquellos a los que les debíamos dinero, era como para morir de la risa, hasta los cubanos decían que les debíamos plata. Después de muchos acuerdos y muchos sacrificios (de parte de los pendejos que no salimos corriendo a tiempo por supuesto), el lento camino de la reconstrucción, la recuperación de la salud de una sociedad no es precisamente un proceso rápido, ya han pasado treinta años del final de la revolución y apenas estamos restañando las últimas heridas. Para muchos, mientras otros pueblos evolucionaron, nosotros simplemente mutamos.
Lentamente, con la calma prudencia que los años aconsejan a los huesos viejos, salgo de mi casa. Negros nubarrones en el horizonte presagian un húmedo día cargado de chubascos, siento un poco de desazón, me gustan los días así pero a la vez me hacen sentir melancólico. Cuando era menos viejo de lo que soy ahora, solía recorrer este camino en media hora, con suerte, hoy pueda que logre llegar, ya no estoy para esto pero esta semana le toca parada al transporte de mi zona, no porque haya mucho tráfico, es cuestión de ahorrar combustible, ya no somos un país rico (parte del acuerdo internacional fue entregar nuestras reservas petroleras), pero estoy obligado a salir, necesito hacerlo. Solo tengo permiso para acceder a internet durante un par de horas al mes y las he acumulado, con mucha fe, esencialmente para hoy, no es precisamente momento para llegar tarde y perder mi turno, no señor, hoy no.
No puedo negar que algunas cosas han mejorado, tengo noventa años y aún se me considera un ser productivo para la sociedad (en realidad solo dejas de serlo unos dos o tres años después que mueres), hace un par de años que termine de pagarle al estado todo lo que le debía en impuestos, y pude ahorrar en este tiempo lo suficiente para el viaje a Europa, por ser descendiente de europeos me concedieron la visa de gracia para Inglaterra, ya solo me falta retirar mi permiso de viaje para alistar mis maletas. Recuerdo que fui uno de los primeros en solicitarlo cuando el gobierno decidió abrir las puertas a la emigración. Realmente no fuimos muchos los que hicimos la solicitud, los requisitos no son fáciles de cumplir, mayor de 80 años, no tener familiares vivos en el país (hasta el segundo grado de consanguinidad), exento del pago de impuestos (cosa que ocurre a partir de los 85 años, por lo que muchos manifestaron que había mala intención por parte del gobierno al dejar esos cinco años en el limbo), poseer vivienda propia o en su defecto depositar en cuenta del estado el precio de una, firmar acta convenio para la entrega de todas tus propiedades al estado al momento de salir del país y un largo etcétera de solvencias con los impuestos requeridos por cualquiera de los 200 ministerios y afines creados para el supremo bienestar (del ministro, claro).
Ha comenzado a llover, resignación, más bien debo agradecer que es una lluvia suave y así me refresco un poco, ya me falta poco para llegar al cyber público, no puedo darme el lujo de pagar uno de los nuevos que están abriendo por todos lados, eso es bueno, aun es caro pero es bueno, se siente un leve renacer de la economía. Estoy de suerte, la lluvia espantó a la concurrencia y solo tengo dos por delante, no me tocara esperar mucho. No puedo dejar de recordar que una vez me gane la vida con estas maquinitas, en verdad me impresiona lo habilidosos que nos hemos vuelto, después de tres décadas es increíble que todas estas antiguallas sigan funcionando. Bueno, lo mismo pensarían de mi al verme andar por la calle, los jóvenes de mi cuadra se ríen porque les digo que soy más viejo que Internet. No comprenden aun que un hombre no envejece cuando se le arruga la piel sino cuando se le arrugan los sueños y las esperanzas.
Buenos días querida mía, le digo a la muchacha que atiende el cyber (una cosa buena de ser viejo es que te puedes tomar muchas libertades al hablar con las jovencitas, ninguna te hará caso pero tampoco se ponen a la defensiva contigo), me ve casi que sin verme y me recibe mi ticket de reserva, como un autómata me da la tarjeta de acceso para la maquina cuatro, maldita maquinita, es la más lenta, allí no puedo hacer nada, podría acomodársela, usan el mismo software de finales de los años 20, pero ya no tengo licencia para meterles mano, ni modo, no es momento para meterme en problemas legales, agarro mi tarjeta de acceso y resignado me dirijo a la estación que me asignaron. Me imagino que debe haber pensado que su equipo y yo andamos a la misma velocidad; es lo más triste, mi cuerpo ha envejecido pero mi mente sigue igual de activa que siempre en un país en el que a la mayoría de las personas se les dificulta respirar y mascar chicle al mismo tiempo.
Después de una espera que me ha parecido una eternidad (en realidad unos quince minutos) he logrado entrar a mi correo, efectivamente, allí está, la respuesta automática del Ministerio para el poder popular para la emigración e inmigración (me imagino que lo segundo ha de ser un adorno al nombre, no creo que nadie en su sano juicio quiera venir a vivir al penúltimo país del mundo, solo seguimos arriba de Haití, Cuba después de su guerra de independencia ha mejorado sus estándares de vida una barbaridad y todos los países africanos ya nos han dejado atrás). Bueno, leámoslo, veamos para cuándo es que por fin me voy…
Continuará...
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