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lunes, agosto 11, 2014

Sombras del Paraíso - Arturo Neimanis - CAPITULO XXXIV: Infierno Blanco


Sombras del Paraíso
Arturo Neimanis
CAPITULO XXXIV: Infierno Blanco
Agosto 11, 2014

CAPITULO XXXIV
Infierno Blanco

"Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil."

Normalmente creo en lo que veo y en lo que creo haber visto, pero lo que vi y lo que creí ver en la pirámide de las sombras, aun hoy, después de mucho tiempo, me sigue pareciendo inverosímil. Al principio pensé que eran tal vez un centenar de cadáveres, me quede corto, pasaban del millar. Todos murieron de una forma instantánea. Todos sin razón aparente.

Demoré casi un par de días, al menos eso creo, en salir de aquella lúgubre tumba en la que se había convertido aquel edificio. No sabía realmente donde me encontraba. Cuando las sombras me apresaron estaba al pie del monte Kilimanjaro ("njaro" era un demonio del frío), y a menos que mi cálculo del tiempo estuviese completamente errado, o que ahora este nevando en la cuna de la humanidad, me encontraba en cualquier parte menos que en África. A dondequiera que dirigiese mi mirada, todo lo que podía ver era solo una blanca llanura de nieve y un cielo completamente cristalino y azul, un azul tan limpio como jamás antes mis ojos habían contemplado, por supuesto, hay nieve en la cima del monte, bueno, la hubo hasta el 2045, pero hasta donde llega mi vista, no hay nada más que esta siniestra pirámide…

Fui dotado de la habilidad para trasladarme en el tiempo pero no para hacerlo en el espacio, de poder  hace mucho que hubiese escapado de mis captores. Hasta donde sé, ellos tampoco son capaces de hacerlo y tengo la certeza que las travesuras cronológicas corren tan sólo por mi cuenta, así que debo estar aun en la misma época.

Cuando fui capturado, perdí el conocimiento, no sé por cuanto tiempo. Me imagino que fui trasladado hasta aquí cuando estaba inerme. Por el color del cielo deduje que me encontraba cerca de alguno de los polos. El norte o el sur, bueno, eso era otra cuestión. De todos los posibles lugares del mundo, mira que venir a traerme a este infierno blanco. Nada puedo hacer para orientarme más que esperar a la noche.

Existen indicios en la naturaleza que pueden darnos pistas sobre la dirección que llevamos. No son muy precisos, pero en circunstancias excepcionales pueden impedir que perdamos el tiempo dando vueltas en círculo.

En el hemisferio norte los musgos crecen en las zonas más sombrías y húmedas de los troncos, que suele corresponder a la cara norte. Si bien esto puede variar localmente a causa de un microclima particular. Para mi mayor desazón, me encontraba en una zona absolutamente libre de toda vegetación.

La salida y la puesta del sol también son una referencia. A todos nos han enseñado que el sol sale por el este y se pone por el oeste. Sin embargo sólo lo hace por el punto exacto en los equinoccios, o sea, alrededor del 21 de marzo y del 23 de septiembre. Sin embargo, no sé en qué fecha nos encontramos con exactitud.

Aun tuve que esperar durante tres largos días, un cielo nocturno encapotado me impidió ver las estrellas. El alimento, afortunadamente no fue problema, realmente no necesito comer ni beber, el guardián, y en verdad agradezco la amabilidad, me dejo la habilidad para seguir disfrutando del placer de la comida aunque no tenga la necesidad de comer. Mi vida habría sido en verdad muy gris si no hubiese sido por muchos gratos momentos gastronómicos.

Finalmente, un cielo despejado me permitió verificar que me encontraba en algún lugar del hemisferio norte, por la noche, si está despejado, guiarse por las estrellas es eficaz y sencillo.

En este hemisferio del planeta, la estrella polar indica siempre el norte. Esta estrella es la última de la cola de la osa menor y, a pesar que en casi todas las ilustraciones se muestra como una muy brillante, su luz es tan pálida que con frecuencia no es fácil de ver. No obstante, es sencillo guiarse por la Osa Mayor para localizar el punto donde se encuentra la estrella polar. Sólo tenemos que prolongar cuatro veces la distancia que separa las dos estrellas frontales de la Osa Mayor.

Me parece que estoy probablemente en Canadá así que ya puedo comenzar a caminar, tengo bastante camino que recorrer. Y mucho en que pensar.

La extraña forma en que murieron estos seres me tiene intrigado. Fue simplemente como si alguien hubiese bajado un interruptor y los hubiese apagado a todos. No había nada en sus rostros que mostrase la anticipación de la muerte. Simplemente se detuvieron. Sin embargo, no todo fue tiempo perdido. Mientras esperaba, me dedique a explorar concienzudamente la pirámide de las sombras y fueron muchas las cosas reveladoras que encontré. Nada que me indicase que les había pasado, pero si muchas crónicas de su paso por la historia del hombre.


Han estado entre nosotros desde el mismo momento en que fuimos expulsados del Edén, y no precisamente por gusto, no al principio al menos.

Continuará...

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