Yo
también fui comunista
Por:
Arturo Neimanis
¿Quién no profeso esta ideología
en la década de los años setenta?, imberbe recién salido del bachillerato, deslumbrado en mis primeros semestres en la
Universidad con las ideas marxistas. Una época en la que veía a Fidel castro y
al Che Guevara como héroes, no como lo que con el tiempo demostraron ser en
realidad.
De nada valieron las
palabras de mi padre quien emigró a nuestro país al terminar la segunda guerra
mundial, huyendo precisamente del comunismo, el sí que sabía en realidad de que
se trataba, lo había vivido en carne propia, él y toda su familia, padres,
hermanos, primos, a los que nunca más pudo volver a ver.
Afortunadamente, en la
Universidad aprendí a ser un individuo pensante, una persona capaz de analizar
situaciones y sopesar los pros y los contras de las cosas. Aprendí a formarme
mi propia opinión, adquirí principios que han regido mi vida y obtuve la
comprensión de cuanta verdad había en las palabras de mi padre.
Sin adentrarse en
profundidades filosóficas, con la claridad de pensamiento producto de la
experiencia él me decía que el comunismo era un sistema de gobierno inferior al capitalismo. Con sencillas
palabras trató de hacerme ver que al no haber competencia, irremediablemente sólo
podía obtenerse ineficiencia y atraso tecnológico.
El objetivo inicial del
comunismo es disolver el Estado y este en realidad jamás puede ser eliminado porque
siempre habrá alguien que quiera aferrarse al poder y no esté dispuesto a
soltarlo. Mi padre fue la primera persona que me dijo que Fidel Castro en Cuba
sólo entregaría el mando cuando estuviera muerto. Papá murió en 1992, han
pasado veintidós años y ya sabemos quién sigue mandando en la isla.
El estado comunista genera
ineficiencia porque no puede ocuparse de todo. Además, está bien que todos
tengamos lo mismo hasta cierto punto, pero en realidad no todos somos iguales.
Hay gente que es más trabajadora, o más inteligente, etc. Ellos merecerían
tener un poco más de beneficios. El comunismo no deja opción para progresar.
El camino para aplicar el
comunismo es la represión de quienes no piensan igual. No hay libertad de
expresión, no existe la posibilidad de
elegir, de diferenciarse. No se pueden tomar decisiones prácticamente. En la
clase dirigente se puede ver la más completa hipocresía, ya que se enriquecen
aprovechándose de su poder.
Según algunos autores, los
dirigentes comunistas serían responsables de la muerte de más de 100 millones
de personas en el mundo entero.
El historiador Stéphane
Courtois, autor de El libro negro del
comunismo, asegura que "... el
comunismo real [...] puso en funcionamiento una represión sistemática, hasta
llegar a erigir, en momentos de paroxismo, el terror como forma de gobierno".
Usando estimaciones
personales, cita un total de muertes que "...
se acerca a la cifra de cien millones". 20 millones en la Unión Soviética,
65 millones en la República Popular China, 1 millón en Vietnam, 2 millones en
Corea del Norte, 2 millones en Camboya, 1 millón en los regímenes comunistas de
Europa oriental, 150.000 en Latinoamérica, 1,7 millones en África, 1,5 millones
en Afganistán y unos 10.000 muertes provocadas por el movimiento comunista
internacional y partidos comunistas no situados en el poder".
Yo le añadiría los más de veinticinco
mil fallecidos en nuestro país durante los últimos quince años.
El comunismo no es sólo
económicamente ineficiente, sino que además es inmoral porque ataca la libertad
económica del individuo, y si los frutos del trabajo de un individuo no le
pertenecen, su vida tampoco le pertenece.
Razón tuvo mi padre al
huir del comunismo en Europa en 1.945, nosotros ahora en 2014 ¿Qué vamos a
hacer, huimos también o plantamos cara y peleamos por lo nuestro?
Arturo Neimanis
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