Junio 28, 2014
Sombras del Paraíso
por: Arturo Neimanis
Capítulo IX
La Respuesta de los dioses
“La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan”. (Michel Foucault)
La felicidad es algo que podemos imaginar pero no experimentar. Si pudiésemos imaginar que el infierno y el purgatorio no existen más, y que todos los seres humanos, cada uno de ellos sin excepción, han sido salvados por Dios y disfrutan de la dicha celestial, sin carencias, perfectamente satisfechos, sin dolor ni muerte, entonces podríamos concebir que su felicidad es real y que las tristezas y sufrimientos del pasado han sido olvidados. Tal condición puede imaginarse, pero jamás ha sido vista. Estamos obligados a admitir que no podemos concebir a un ser divino, omnipotente, omnisciente, conocedor de todo en sí mismo y a través de sí mismo (y no como algo externo a él), y al mismo tiempo indiferente ante el dolor y el mal. Por otra parte, Dios es perfectamente inmutable, no puede perturbarse ante nuestro sufrimiento; debe, por lo tanto, ser indiferente. Pero si es indiferente ¿cómo puede ser un padre amoroso? Y si no es inmutable, entonces participa de nuestro sufrimiento y se entristece. En cualquiera de ambos casos, Dios no puede ser feliz en ningún sentido comprensible para nosotros.
Esta forma, inherente al ser humano, de concebir a la divinidad habría de ser mi principal arma para convencer a Kuluk y a Spadines para que hiciesen lo que se me había ocurrido. Aunque son aspectos filosóficos muy propios de una cultura monoteísta, no creo que me sea muy difícil adaptarlos un poco para que se amolden a sus innumerables dioses y diosas. Para los Alanos, Ashur es el dios de la guerra y lo identifican con el Sol. Su compañera es Ishtar que le acompaña en las batallas, montada en un carro y portando un arco, es la diosa del amor y la fecundidad. También son importantes Ea, dios de la magia, Adad, dios del clima, Shamash, dios de la justicia y Nabu, dios de la sabiduría, hijo de Assur y patrono de los escribas. Creen en la existencia de espíritus, tienen no menos de trescientos del cielo y seiscientos de la tierra. Están los Lamassu, espíritus benefactores, les hacen unas esculturas colosales en forma de león alado con cabeza humana, las he visto principalmente a las puertas de sus palacios y templos. Luego están los malos espíritus, los djing, que pueden perjudicar a los vivos haciéndoles caer en enfermedades o cometer actos criminales. Según el guardián, todos estos dioses y espíritus se originaron en los esporádicos contactos que el ser humano ha tenido en el pasado con otros guardianes de otros planos de existencia. Aunque esto ocurrió hace mucho, mucho tiempo.
Después de la comida matutina, me retire a un lugar sombreado y allí pase el resto del día tratando de asumir la postura más mística que se me pudo ocurrir, a la espera de la hora en que debía darles “el veredicto de los dioses” al par de guerreros. Para mí, el día fue en verdad de mucho provecho, pude meditar bastante acerca de muchas de las imágenes preconcebidas que tenemos acerca de dios y contrastarlas con el conocimiento real del que ahora dispongo con respecto a su verdadera naturaleza.
Ya cercana la hora señalada, comenzaron los preparativos con todo el ceremonial que el protocolo aconseja para estas ocasiones, mucha bebida, mucha comida, por supuesto, gran cantidad de animales sacrificados a su respectiva deidad. En fin, lo normal en estos tiempos. Llego así mi momento de dirigirme a la concurrencia.
Un silencio absoluto se produjo cuando me levante de mi sitio y me dirigí al ara consagrada para los sacerdotes y profetas. Tratando de poner mi mejor cara de médium en trance y elevando mi voz un par de tonos arriba de lo normal, tratando de sonar muy solemne y grave, comencé con mi perorata:
¡Los dioses nos son favorables! La naturaleza tiene un ciclo como el de un péndulo, un ir y venir, un eterno retorno para volver a empezar, tal cual giran los astros para cumplir su recorrido; todo fluye y refluye; la naturaleza tiene su equilibrio y formamos parte de ella, es importante que nos acoplemos a ese ritmo y dejemos que nuestras vidas fluyan al ritmo natural del universo. ¡Ashur e Ishtar ven con beneplácito al pueblo alano!, ¡se regocijan con sus victorias!, les admiran como los buenos guerreros que son, cualquiera de los dos que caiga en el combate sería motivo para desacoplarnos de la armonía universal. Nabu, dios de la sabiduría, os presenta esta alternativa: Tu Tuluk y tu Spadines, deberéis apartaros siete días, solos en el desierto, comprometidos a no pelear hasta que llegue el momento. Durante ese tiempo, cada uno deberá intentar convencer al otro acerca de sus argumentos. Si al termino de los siete días, persiste cada uno en su posición, deberán entonces enfrentarse en combate, con una condición, sea cual sea el vencedor, este deberá llevar adelante los planes de su oponente derrotado. Si por el contrario, lográis llegar a un acuerdo, ambos deberéis comandar a vuestros ejércitos, apoyando a la opción elegida, sea esta la que sea. En ambos casos, contáis con el beneplácito de los dioses y estos son sus designios.
Finalizadas mis palabras y para dar el toque dramático necesario a la ocasión, me deje caer sobre mis rodillas como si acabase de atravesar el desierto en una sola caminata, puse cara de exhausto y pedí a las esclavas que me habían sido asignadas que me llevasen a mis aposentos, más por gestos que de palabra para acentuar aún más el efecto de mi supuesto cansancio. Esto de las consultas a los dioses termina siendo una excusa para una fiesta desenfrenada que seguramente ha de durar toda la noche, ya mañana sabré que deciden. Amanecerá y veremos…
Continuará...
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