No te pares a llorar en mi tumba
Por: Arturo Neimanis
“No te pares a llorar en mi tumba / Yo no estoy allí. Yo no duermo. / Soy
un millar de vientos que soplan. / Soy los brillos de diamante en la nieve. / Yo
soy la luz del sol sobre el grano maduro. / Yo soy la suave lluvia de otoño. / Cuando
despiertas en el silencio de la mañana / Yo soy la punta edificante rápida / Aves
de tranquilidad volando en círculos. / Soy las estrellas que brillan en la
noche. / No te pares a llorar en mi tumba; / Yo no estoy allí. No morí.”
"No te pares a
llorar en mi tumba”, Mary Elizabeth Frye
Básicamente, todos hacemos de
nuestras vidas lo que queremos que estas sean, pero las lágrimas más amargas
son aquellas que derramamos por todo lo que no hemos hecho, no hemos dicho, en
fin, por todo lo que hemos permitido que ocurra sin hacer nada para evitarlo.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial fueron muchos los que, golpes de pecho
por delante, lamentaron tardíamente el haber permanecido impasibles ante los
hechos para así ser corresponsables de semejante masacre.
No pretendo decir que nuestra situación
sea comparable a la devastación de Europa por parte de la Alemania Nazi bajo el
influjo de Hitler, realmente estamos peor. George Marshall, entonces secretario
de estado norteamericano, en un discurso en la universidad de Harvard el 5 de
junio de 1947, anunció un programa para la reconstrucción del continente europeo.
Dicho plan de ayuda demandaba una coordinación previa de los países europeos
para su aplicación. Para ello se reunió en junio-julio de 1947 una conferencia
en París con la presencia de la Unión Soviética. Moscú declinó el ofrecimiento
y obligó a sus países satélites a hacer lo mismo alegando que el plan era un
instrumento del imperialismo y la hegemonía estadounidense. (Un poco lo que hizo el loco aquel al no
querer recibir ayuda cuando la tragedia de Vargas). Se calcula que en total el
Plan supuso una ayuda de 13.000 millones
de dólares entre 1947 y 1952. El éxito del plan, en apenas cinco años, fue indiscutible
y esencial para la recuperación de Europa Occidental. No sería sino hasta 1989,
treinta y siete años más tarde, que el bloque comunista europeo, tras
disolverse la Unión Soviética, comenzaría una etapa de franca recuperación.
Esto está a la vista de cualquiera que recorra Europa en la actualidad.
Nuestro país, desde 1999 hasta la
fecha ha percibido ingresos diez veces superiores a lo invertido en el plan
Marshall obteniendo a cambio de ello que casi estamos como Europa, pero al
terminar la guerra. Manteniendo el ejemplo anterior, les recomiendo que visiten
el estado Vargas para constatar, “in situ”, el “éxito” revolucionario en su reconstrucción.
La eficacia del gobierno entonces sería calificable como un “anti-plan” ya que
han logrado la destrucción y no la mejoría para nosotros los venezolanos.
Dice el refranero popular que “después
de ojo sacado, no hay santa Lucía” y yo, tomando prestadas palabras de Mary
Elizabeth Frye, tampoco quiero que después de muerto vengan a llorar en mi
tumba.
Nuestro país no acepta más demoras, ¡hay que hacer algo hoy!, mañana
será muy tarde.
Arturo Neimanis
Hasta parece mentira que esto está ocurriendo. Lo mismo había leído en http://www.donlengua.com pero no lo podía creer hasta que lo vi aquí.
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