Es más fácil engañarte que convencerte que te engañaron
La ignorancia hace la felicidad dicen los sabios. Este es un mundo de titiriteros moviendo los hilos de marionetas felices. Vivimos haciendo lo que los demás quieren que hagamos y es así como terminamos burlados. Ya lo decía Adolfo Hitler: "las grandes masas caerán mas fácilmente ante una mentira grande que a una pequeña" y ya sabemos hasta donde les hizo caer.
Hay personas que se creen demasiado inteligentes como para ser engañadas, admitir que si lo han sido es enfrentarse con su propia soberbia y con el engaño al mismo tiempo, a la mayoría le resulta muy humillante este proceso, eso sería reconocer que uno no es tan listo como se cree y eso no es cómodo, sin embargo, engañar, ¡vaya que si lo es!, es extremadamente fácil, simplemente ofreces algo que la gente desea y listo, muy triste pero real, muy real.
Quizá la obra educativa más urgente en nuestro país sea la de convencer a nuestra gente que sus mayores enemigos son los que les prometen imposibles. Es bien sabido que ningún pueblo renuncia nunca a sus libertades sino bajo el engaño de una ilusión. Y eso es precisamente en lo que se han destacado los artífices del socialismo del siglo XXI. Tomando las palabras de Cervantes, La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde. Nadie tiene más posibilidades de caer en esta trampa que aquel para quien la mentira se ajusta a sus deseos.
Muchos venezolanos apostaron sus esperanzas de vida a las promesas del gobierno. Votaron por ellos, con el anhelo de ver cumplidas sus aspiraciones. Seguridad ciudadana para vivir sin el miedo a ser atracado o asesinado. El sustento diario. Una casa. Un empleo. Escuelas para sus hijos. Energía eléctrica, sin fallas que dañen los artefactos electrodomésticos. Un buen sistema de salud. Un servicio de agua potable que garantice la salud. En fin, la fe de un pueblo que quiere el cumplimiento real del mandato popular dado a través del sufragio.
El mayor delito de los que nos han engañado no está tanto en el engaño en sí, sino en que pretendan hacernos creer que no volverán a hacerlo. A diario, desde el primer magistrado para abajo somos blanco de quimeras, la mentira como política de estado. Hasta hace poco se empleaban a fondo en cubrirle el rostro a la mentira para que pareciera verdad, disimulando el engaño. Ya ni siquiera se toman la molestia de eso.
El régimen despertó la esperanza de muchos venezolanos que confiaron en la palabra empeñada de un encantador de serpientes que cautivó al país con su verbo de profunda penetración popular. La esperanza de los más necesitados, se hizo oferta electoral para colocar el acento sobre el sentimiento colectivo de las grandes mayorías. Los sueños de los pobres despertaron nuevamente para convertirse en una avalancha de votos en favor de una revolución que no se ha cansado de engañar.
La cuestión sobre si el gobernante debe o no mentir al pueblo ya era objeto de debate y reflexión en el siglo XVIII, como muestra el poema epigramático de Goethe “Mentira o engaño”, en que el autor deja entrever tal acción: « ¿Debe engañarse al pueblo? / Desde luego que no. / Mas si le echas mentiras, / mientras más gordas fueren / resultarán mejor».
Arturo Neimanis
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