Arturo Neimanis
Capítulo XXXI: Símbolos
Julio 30, 2014
CAPITULO XXXI
Símbolos
China
emprendió un ambicioso proyecto de selección humana para mejorar genéticamente
a su población, con la pretensión de obtener humanos más inteligentes,
atractivos e incluso con una personalidad más evolucionada hacia finales del
2005. Los padres podían elegir a la carta a su descendencia, color del cabello,
color de los ojos, atléticos, inteligentes, libres de enfermedades, etc. No era
la primera vez que se hacía.
Hace
varios cientos de miles de años, tanto ángeles como demonios ya habían
experimentado con nuestra raza en ese aspecto, ambos buscando una
característica genética que les era fundamental, la capacidad de ser receptivos
tanto a una como a otra especie. Esto lo hicieron en prevención del momento en
que las puertas de acceso entre los mundos se cerrasen al paso de entidades
corpóreas con el fin de mantener su presencia y control entre nosotros. Tal fue
el génesis de los seres de luz y también de las sombras.
Mi
tiempo con Assabin fue más que fructífero, durante mi estadía con ella amplié
mis horizontes hasta límites que me hubiesen parecido inconcebibles apenas
algunos meses atrás. Me mostró que después de todo si hay algo de verdad en la
astrología, puertas abiertas entre los planos de la creación por la conjugación
de fuerzas en la alineación de los cuerpos celestes.
Más
allá de ese conocimiento, el ser humano, todos los días descienden a la tumba
hombres anónimos, cuya timidez les impidió hacer un primer esfuerzo. Tal como
transcurrieron mis primeros noventa años de vida. Fue necesario que muriera y
el fortuito destino me escogiera para llegar hasta donde hoy me encuentro.
Assabin
me hizo sentir que por primera vez en mi existencia, estoy donde debo estar y
estoy haciendo lo que debo hacer. Ahora veo con claridad un conjunto enorme de
hechos ocultos para la mayoría, allí a simple vista, justo delante de nuestras
narices.
Esparcidas
por toda la geografía del planeta observamos impresionantes estructuras,
casi todas ellas con forma piramidal, que parecieran un desesperado
intento por recuperar algo perdido desde hace muchísimo tiempo. Estas
estructuras arquitectónicas son muy del agrado tanto de nuestros benefactores
como de nuestros enemigos. Para nada inherentes al carácter humano. Quedaron
allí, implantadas en nuestro sub consciente colectivo como un recuerdo de
nuestra balbuceante infancia como raza.
La
persistencia mítica de la figura del Dragón, la cual abarca también a la
serpiente en su morfología, no tiene parangón en la naturaleza, sin embargo, no
hay cultura o civilización que no incluya su presencia. En realidad, todas
estas leyendas, no son más que una confusa mezcla de los grandes eventos que a
escala planetaria nos aterrorizaron en nuestra infancia ancestral. El aspecto
físico de los demonios, sin duda, moldeo en la mente humana a estos seres
mitológicos.
Incluso
símbolos que hoy nos parecen muy “humanos” realmente proceden de
aquellos lejanos días. El Ankh de los egipcios, símbolo de la vida eterna. Sus
dioses se ven a menudo sosteniéndolo en los labios de alguien, considerado como
un “Soplo De Vida”. El aliento que necesitaras en el más allá, un simple
estetoscopio, ligeramente diferente de los actuales, que era muy utilizado por
los ángeles cuando aún podían visitar la tierra. O el símbolo mágico de la
energía de los antiguos paganos que derivaría en la estrella de David de los
judíos, tuvo su origen en la designación de los motores de los aparatos de
vuelo empleados por los ángeles en su estadía en nuestra tierra. La rueda del
Dharma de los budistas también fue tomada de la simbología técnica angelical. La
Esvástica, tristemente asociada a los nazis, quienes a su vez la copiaron de los
hindúes, tuvo su origen en la escritura de los demonios. Era realmente un
indicador de los puntos cardinales.
Todo
esto se presentaba ante mis ojos en aquel calabozo en el que las sombras me
mantenían recluido. Después de varios días de encierro mi vista llegó a
adaptarse a la obscuridad reinante y logré detallar muchas cosas desde mi
celda. Comenzando por el hecho que me encontraba en una estructura de tipo
piramidal. Los aldabones de la puerta eran pequeñas obras de arte que mostraban
grotescas figuras grabadas similares a dragones y así, por doquier, símbolos y
más símbolos que hablaban de un remoto pasado dominado por las sombras.
Mis
captores al parecer estaban al tanto de lo ocurrido en Nazca, nunca se
presentaban ante mí en número menor a cinco de ellos, siempre rodeándome en un semi círculo, se notaba su tensión. Más
bien me pareció irónico el comprobar que tanto temor sentía yo por ellos como
el que ellos sentían ante mí. Supongo que producto del prolongado contacto
con sus malignas emanaciones, cada día se me iba haciendo más soportable
dominar aquella sensación de terror que me embargaba en su presencia, no podía
decir lo mismo de ellos con respecto a mí.
Assabin
había hecho énfasis en decirme que debía controlar ese temor atávico, inculcado
en nosotros genéticamente por las sombras desde el principio de nuestra
existencia como raza, con la sola intención de disfrutar del sabor de nuestro miedo. Fue
muy clara al indicarme que realmente las sombras no podían dañarme, que
contrario a lo que yo pudiera pensar, yo podía aniquilarlas pero ellas a mí no.
Una cosa era tener el conocimiento teórico de este hecho y la otra era que mi mente
se decidiera a aceptarlo.
Perdí
la noción del tiempo, no sé realmente cuanto permanecí allí, días, meses o tal vez años, en realidad no lo sé. Hace
ya bastante que ese concepto dejo de tener significado lineal para mí.
Lo que
si tenía claro es que ya estaba harto de estar allí y que debía hacer algo para
escabullirme de mi prisión.
La oportunidad se presentó ante mi cuando menos la
esperaba.
Continuará...
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