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Años Después…
Por:
Arturo Neimanis
Han transcurrido sesenta y
nueve años de aquel día en el que los estadounidenses, fieles a su historial
belicista, apenas tres meses después de la muerte de Adolfo Hitler, decidieran
que no iban a quedarse sin probar su nuevo juguete.
El uso de bombas atómicas
sobre Hiroshima y Nagasaki fue ordenado por Harry Truman, Presidente de los
Estados Unidos, contra el Imperio de Japón. Los ataques se efectuaron el 6 y el
9 de agosto de 1945, y pusieron el punto final a la Segunda Guerra Mundial.
Little Boy fue soltada
sobre Hiroshima el lunes 6 de agosto de 1945, Fat Man el jueves 9 de agosto
sobre Nagasaki. Hasta la fecha estos bombardeos constituyen los únicos ataques
nucleares de la historia. Se estima que las bombas mataron a 140.000 personas
en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki. En ambas ciudades, la gran mayoría de las
muertes fueron de civiles.
Seis días después de la
detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto, Japón anunció su rendición
incondicional con lo cual concluyó la Guerra del Pacífico y por tanto, la
Segunda Guerra Mundial.
Previamente, el 26 de
julio, Truman y otros líderes habían emitido la Declaración de Potsdam, la cual
bosquejaba los términos de la rendición de Japón. Presentada como un ultimátum,
aseguraba que, sin la debida rendición, los aliados atacarían Japón, resultando
en «la completa destrucción de las
fuerzas armadas japonesas e inevitablemente la devastación del suelo japonés»,
no se mencionó para nada el arma atómica.
Supuestamente, a comienzos
de julio, en camino a Potsdam, Truman habría reexaminado la decisión de usar la
bomba. Al final, decidió lanzarlas sobre
Japón con el objetivo de terminar rápidamente con la guerra, debido a que el
miedo a más destrucción obligaría a Japón a rendirse.
Al menos esa es la versión
oficial de los hechos y ya sabemos que la historia, generalmente, la escriben
los ganadores a su conveniencia.
Hiroshima era una ciudad con
relativamente poca importancia
industrial y militar. Era un centro de comunicación, lugar de almacenamiento y
un área de reunión para las tropas. Fue una de las ciudades japonesas que
fueron deliberadamente preservadas de los bombardeos aliados con el fin de
poder efectuar posteriormente una evaluación precisa de los daños causados por
la bomba atómica.
Dieciséis horas después
del ataque Truman anunció públicamente desde Washington D.C. el bombardeo de la
ciudad y el tipo de arma empleada. Para muchos, su uso no era necesario, no se
justificaba, porque Japón ya estaba listo para rendirse. Una explosión de
demostración sobre la Bahía de Tokio habría bastado para convencer a los
líderes de los efectos de la bomba, sin muertes innecesarias.
Incluso si el bombardeo a
Hiroshima se pudiese justificar, los Estados Unidos no le dieron tiempo
suficiente a los japoneses para considerar los alcances de la bomba antes del
bombardeo a Nagasaki. Ambas ciudades tenían un valor militar casi nulo. Se sacrificaron
cientos de miles de vidas simplemente por la lucha por el poder político entre la
Unión Soviética y los Estados Unidos.
Han transcurrido sesenta y
nueve años y la controversia aún está en pie. Justificado o no, este hecho
cambio el rumbo de la historia del mundo.
Es una verdadera lástima
que nosotros, los seres humanos, no sólo tropezamos dos veces con la misma
piedra, en ocasiones incluso llegamos a enamorarnos de ella.
Arturo Neimanis
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